El Ágora Digital: Transformación Política en América Latina

La comunicación política en América Latina ha virado drásticamente, pasando de los medios de masas a un ecosistema digital fragmentado. Este análisis explora cómo las plataformas moldean el debate público, desafiando la democracia.

El Adiós a la Unidireccionalidad

El escenario de la comunicación política en América Latina, especialmente en Argentina, ha mutado radicalmente entre 2020 y 2025. Atrás quedó el modelo de medios de masas, unidireccional y centralizado, para dar paso a un entorno híbrido, fragmentado y gobernado por las lógicas de las plataformas digitales. Este informe desentraña esta metamorfosis, centrándose en la evolución de los formatos comunicacionales, el auge del politainment, el fenómeno de la desinformación y el influyente rol de los memes.

La migración masiva de audiencias de los medios tradicionales al ámbito digital ha redefinido la figura del político, transformándolo de orador a influencer. El caso del “TikTok presidencial” de Javier Milei en 2023 ilustra esta hibridación, donde la estética viral subsume al discurso tradicional. Sin embargo, este nuevo panorama genera una tensión intrínseca: aunque las redes promueven una participación superficial, el politainment tiende a trivializar el debate público, lo que puede nutrir la desafección política y el cinismo a un nivel más profundo. Buscamos ofrecer una comprensión profunda de los desafíos y las oportunidades que estas nuevas formas de comunicación plantean para el futuro de la democracia en la región.

El Desmantelamiento del Púlpito Tradicional: De la Cadena Nacional al Viral de TikTok

Históricamente, la televisión era el epicentro de la comunicación política en Argentina, con la “cadena nacional” como su máxima expresión de un poder centralizado y unidireccional. Este formato permitía al poder ejecutivo dirigirse a la nación sin intermediarios, controlando el mensaje y la agenda pública. La política era un asunto de discursos solemnes y actos masivos, amplificados por la televisión. Sin embargo, esta hegemonía ha sido socavada por una profunda transformación en los hábitos de consumo de la ciudadanía.

La última década ha presenciado un cambio radical. Datos del Reuters Institute para 2025 revelan una caída sostenida del consumo de medios tradicionales, mientras que las plataformas en línea, en particular las redes sociales, se han consolidado como la principal fuente de información para más de la mitad de la población. El 60% de los encuestados en Argentina utiliza redes sociales para informarse, con Facebook (38%) e Instagram (35%) a la cabeza. Plataformas como WhatsApp y X (anteriormente Twitter) han visto un declive o un uso comparativamente menor.

Este cambio va más allá de los hábitos de consumo; es una alteración estructural en el poder de los intermediarios. Datos de Chartbeat muestran un colapso en el tráfico de referencia a páginas de noticias desde las principales redes sociales en los últimos dos años: Facebook ha caído un 67%, X un 50% e Instagram un 27%. Esto sugiere que las grandes plataformas, compitiendo con TikTok, priorizan el contenido nativo, reduciendo la dependencia de los medios de comunicación y otorgando a los actores políticos la capacidad de crear y distribuir sus mensajes directamente. El control narrativo ya no reside en los medios o buscadores, sino en la capacidad de generar contenido adaptado a cada plataforma, marcando el fin de su rol como meros conductos de tráfico.

La campaña presidencial argentina de 2023, protagonizada por Javier Milei, es un caso paradigmático de esta nueva era. Su comunicación no se construyó en la televisión tradicional, sino en un ecosistema digital fragmentado y de lógica viral. Videos cortos, streamings y una red de cuentas de “fandom” o “político-influencers” generaron y replicaron contenido, difuminando la frontera entre líder político y creador de contenido, lo que permitió una conexión directa con audiencias jóvenes sin mediación tradicional. Un fenómeno revelador es la reinterpretación de la “cadena nacional”: durante un anuncio presidencial de Milei en 2025, además de la cobertura mediática tradicional, cuentas de apoyo en TikTok crearon videos de anticipación, reacción y análisis de la alocución. El mensaje unívoco se convierte en una pieza de contenido que se reempaqueta y viraliza, adoptando la estética del influencer y el tono emocional de la red. Esto es un ejemplo de la nueva espectacularización, donde la forma de distribución es tan importante como el contenido mismo.

Tabla 1: Evolución del Consumo de Noticias en Argentina (2020-2025)

Fuente de Noticias% Uso Semanal (2020)% Uso Semanal (2025)Variación
Televisión65% (Estimado)33% (TN) / 20% (LN+)Caída sostenida
Medios Online (Webs/Apps)70% (Estimado)75%Aumento ligero
Facebook37% (2024)38%Estable
Instagram33% (2024)35%Aumento moderado
WhatsApp32% (2024)27%Caída
TikTok15% (2024)17%Aumento moderado
X (ex-Twitter)15% (2024)12%Caída

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Reuters Institute Digital News Report 2025 y fuentes complementarias.

El Espectáculo Político y sus Paradójicos Efectos Democráticos

El politainment, o la política entendida como entretenimiento, implica un tratamiento de la información política de forma “superficial, espectacular, paródica o humorística”. Este fenómeno ha encontrado su terreno fértil en las plataformas digitales, que operan bajo la “economía de la atención” y recompensan el contenido viral. En este contexto, la política se adapta a los formatos del espectáculo, utilizando noticias emotivas, sensacionalistas y narrativas conmovedoras. La institucionalización de este fenómeno se manifiesta en la creación de licenciaturas en Gestión de Medios y Entretenimiento, formando profesionales en la producción de contenidos donde las fronteras entre lo informativo y lo espectacular se diluyen.

La emergencia del politainment presenta un dilema fundamental para la democracia. Algunos sostienen que las redes sociales, al generar un espacio de “co-creación” entre actores políticos y ciudadanía, pueden catalizar debates, movilización electoral y activismo digital, consolidando la democracia digital. En este sentido, la política como espectáculo podría incrementar el compromiso cívico y la participación.

No obstante, los críticos alertan que esta aparente participación oculta una posible trivialización del debate público. Argumentan que el politainment perjudica a la democracia al ofrecer una imagen negativa de los actores políticos, enfocándose en la “pelea por la pelea” y la “polémica por la polémica”. Esta visión negativa contribuye a la desafección política, un sentimiento de distancia y rechazo de los ciudadanos hacia las instituciones y los políticos. La simplificación de los mensajes y la priorización de lo anecdótico sobre lo relevante empobrecen el discurso político, lo que, lejos de facilitar un mayor entendimiento, puede generar desinformación. Un estudio en México de 2018 sugiere que el consumo de medios tradicionales y la conversación interactiva podrían asociarse con un aumento de la apatía política. Esta paradoja, donde una mayor participación digital coexiste con un mayor cinismo y escepticismo, es uno de los principales desafíos para la salud democrática regional.

El modelo ideal de participación ciudadana en América Latina, promovido por organizaciones como el PNUD, busca fortalecer la gobernanza y empoderar a los ciudadanos para una participación efectiva en la formulación y evaluación de políticas públicas. Este enfoque se basa en que los ciudadanos cuenten con información relevante para tomar decisiones informadas y ejercer un control más efectivo sobre la rendición de cuentas del Estado.

En contraste, la política como espectáculo puede socavar estos objetivos. Al centrarse en narrativas simplificadas y apelaciones emocionales, el politainment no necesariamente fomenta una ciudadanía más informada y deliberativa. Puede, por el contrario, crear un público que consume la política como entretenimiento pasivo, carente de herramientas e interés para involucrarse en los complejos procesos de la gestión pública. La insatisfacción con la democracia, ligada a la percepción de que los países están gobernados “por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio”, crea el caldo de cultivo para este tipo de comunicación, que promete soluciones simples a problemas complejos sin debate institucional profundo. El ciudadano se convierte más en espectador que en un actor político con capacidad de incidir en los asuntos públicos.

Desinformación y Posverdad: La Batalla por la Narrativa en la Era Digital

El análisis del fenómeno de las fake news requiere una distinción conceptual precisa. La desinformación se define como la difusión de información deliberadamente falsa con la intención de causar un perjuicio, a menudo por parte de actores estatales o no estatales. Se diferencia de la información errónea, que es la diseminación accidental de datos inexactos. El término más amplio de fake news se refiere a noticias que son intencionalmente y verificablemente falsas, diseñadas para engañar a los lectores. Este fenómeno se inscribe en un contexto de posverdad, donde la apelación a las emociones y las creencias personales prevalece sobre la objetividad de los hechos, lo que dificulta la distinción entre lo verdadero y lo falso y agudiza la polarización de la opinión pública.

El término más amplio de fake news se refiere a noticias que son intencionalmente y verificablemente falsas, diseñadas para engañar a los lectores

El caso argentino (2020-2025): una anatomía de la desinformación electoral

La campaña electoral de 2023 en Argentina ofrece una anatomía detallada de la desinformación como arma política. Durante este período, se documentaron múltiples casos de noticias falsas promovidas por el candidato Javier Milei o por sus seguidores. Estos incluían la difusión de una foto trucada, una cita falsa de un gobernador cordobés y un video manipulado con un audio falso para perjudicar a un contrincante. Este tipo de contenido, a menudo creado para generar clics o desacreditar, se difunde rápidamente a través de las redes sociales y servicios de mensajería instantánea como WhatsApp, aprovechando el alto nivel de polarización política.

La respuesta a este fenómeno ha comenzado a trascender el ámbito de la comunicación para entrar en el terreno legal. Un caso emblemático de este cambio es el procesamiento ratificado en julio de 2025 de una empleada de una agencia de medios en la provincia de Córdoba. Se la acusó de inducir al electorado con videos trucados que buscaban perjudicar a un precandidato. La Cámara Nacional Electoral, al confirmar la decisión, argumentó que tales publicaciones distorsionan el debate público y pueden “afectar la legalidad, legitimidad o integridad del proceso electoral”. Esta judicialización de la desinformación en un contexto electoral es un hito, que demuestra que el sistema legal se ve forzado a lidiar con las consecuencias de la manipulación digital, que no encajan en las regulaciones tradicionales.

Mecanismos de contención: una respuesta multifacética

La batalla contra la desinformación ha generado un ecosistema de contención que involucra a múltiples actores. Los gobiernos, por ejemplo, han implementado estrategias de alfabetización mediática e informacional (AMI). En Argentina, el Ministerio de Justicia ha lanzado la iniciativa “Con Vos en la Web”, que ofrece consejos prácticos a los ciudadanos para reconocer noticias falsas, como verificar la fuente, leer la noticia completa y buscar la información en otros medios. Iniciativas similares se han visto en Colombia, Perú y Chile, donde los organismos electorales han buscado educar a la ciudadanía para que ejerza un “voto informado”. Más de 40 medios en Chile, en colaboración con la Unión Europea, se unieron para mitigar los efectos de la desinformación en su campaña presidencial.

Por otro lado, los medios de comunicación y las organizaciones de la sociedad civil han desarrollado metodologías de verificación de datos o fact-checking. Estas metodologías, basadas en principios de transparencia y el uso de fuentes verificables, buscan desmentir las afirmaciones falsas y contrarrestar la narrativa de la posverdad. La UNESCO, por ejemplo, promueve un enfoque holístico de la alfabetización mediática, que no busca la “verdad” completa, sino que dota a los usuarios de un pensamiento crítico para navegar en el entorno digital.

No obstante, la lucha contra la desinformación enfrenta un desafío constante: el equilibrio entre su contención y la protección de la libertad de expresión

No obstante, la lucha contra la desinformación enfrenta un desafío constante: el equilibrio entre su contención y la protección de la libertad de expresión. Las Naciones Unidas han advertido sobre el riesgo de regulaciones “excesivamente amplias” que censuren el discurso legítimo. En este sentido, la respuesta debe ser multifacética y basada en los derechos humanos, fortaleciendo la capacidad crítica de los ciudadanos y exigiendo a los actores públicos que se abstengan de difundir información que saben o deberían saber que es falsa. La irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) en la creación de deepfakes y contenido manipulado intensifica este desafío, forzando a gobiernos y plataformas a buscar nuevas soluciones que no comprometan los principios democráticos fundamentales.

El Meme como Arma y Escudo: La Construcción de la Identidad Política en la Era Digital

El meme como nuevo lenguaje político

El meme, entendido como una unidad cultural de propagación rápida y viralidad masiva, ha trascendido su función humorística para convertirse en un poderoso instrumento de comunicación política. Los memes políticos no solo buscan provocar risa, sino que actúan como vehículos de ideología, emoción y crítica. A diferencia de las caricaturas políticas tradicionales, su producción es anónima y su difusión es masiva, lo que les confiere una capacidad única para transgredir lo establecido y subvertir el orden, ridiculizando a las figuras de autoridad y deslegitimando sus mensajes. Esta herramienta permite la construcción de una identidad colectiva en torno a un conjunto de valores, símbolos y emociones compartidas, convirtiéndose en un espacio de interacción donde se refuerzan las lealtades y se moviliza a los votantes.

Casos y efectos en América Latina

Los estudios sobre campañas electorales en países como Colombia (2018), Perú (2016) y Bolivia (2019) demuestran las funciones clave de los memes en la política digital latinoamericana. Una investigación en Colombia encontró que los memes se utilizan predominantemente para atacar a los candidatos contrarios, reflejando un alto nivel de polarización y desconfianza en el sistema político. En Perú y Bolivia, un estudio reveló que los memes se usaban para resaltar el prestigio o desprestigio de los candidatos, sus fallas y su capacidad intelectual, y eran especialmente valorados por el segmento más joven y con menor nivel educativo.

El meme actúa, en esencia, como un atajo emocional y cognitivo. En lugar de un análisis complejo de propuestas de políticas, ofrece una “píldora de bienestar” humorística que valida las posturas del grupo de pertenencia y deslegitima las del adversario. Esta función es crucial para entender cómo se construye la lealtad política en un entorno digital fragmentado y polarizado, donde la pertenencia al “in-group” y el rechazo del “out-group” se refuerzan constantemente a través del humor y la sátira.

La instrumentalización del meme

El poder del meme no ha pasado desapercibido para los propios actores políticos. Estos han comenzado a instrumentalizar este formato, apropiándose de su lenguaje y estética para conectar directamente con sus audiencias. El caso de políticos mexicanos que utilizan el hashtag “ES UN MEME” en sus videos, o que se apropian de frases icónicas o situaciones de debates para generar contenido viral, demuestra una estrategia consciente de los partidos para hablar el mismo idioma que sus seguidores y consolidar el apoyo a través de una comunicación más informal y personal. En este contexto, el meme se transforma de una herramienta de la ciudadanía para contravener el poder, a un instrumento del poder para generar adhesión y movilizar a la militancia.

A continuación, se presenta una tabla que resume las principales dimensiones del meme político en las campañas electorales latinoamericanas, a partir de los estudios analizados.

Tabla 2: Dimensiones del Meme Político en Campañas Latinoamericanas

Fuente de Noticias% Uso Semanal (2020)% Uso Semanal (2025)Variación
Televisión65% (Estimado)33% (TN) / 20% (LN+)Caída sostenida
Medios Online (Webs/Apps)70% (Estimado)75%Aumento ligero
Facebook37% (2024)38%Estable
Instagram33% (2024)35%Aumento moderado
WhatsApp32% (2024)27%Caída
TikTok15% (2024)17%Aumento moderado
X (ex-Twitter)15% (2024)12%Caída

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Reuters Institute Digital News Report 2025 y fuentes complementarias.

Conclusiones y Proyecciones a Futuro (2025-2030)

Los hallazgos de este informe demuestran que el paisaje de la comunicación política en América Latina ha cambiado de manera irreversible. El ágora tradicional, centralizada y mediada por la televisión, ha sido reemplazada por un ágora digital fragmentada, donde las plataformas sociales dictan las reglas del juego. Este cambio ha dado lugar a la emergencia del “político-influencer”, que borra la línea entre el líder y el creador de contenido. La hibridación de formatos, como la adaptación de la “cadena nacional” a la estética de TikTok, simboliza la metamorfosis de un modelo de poder que debe ahora validarse en la lógica de la viralidad y la inmediatez.

Las implicaciones para la democracia son complejas y a menudo contradictorias. El politainment genera una participación superficial que, al centrarse en el conflicto y la emoción, puede alimentar la desafección política en un nivel más profundo. La desinformación, amplificada por las redes sociales, representa una amenaza existencial para la integridad electoral, tal como se evidencia en la reciente judicialización de un caso de manipulación en Argentina. Finalmente, el meme se ha consolidado como un poderoso lenguaje político que, más allá de la anécdota, construye identidades colectivas, refuerza la polarización y legitima la desconfianza en el sistema.

La desinformación, amplificada por las redes sociales, representa una amenaza existencial para la integridad electoral

De cara al período 2025-2030, se proyectan tendencias que intensificarán estos desafíos. La Inteligencia Artificial (IA) se convertirá en un catalizador crucial para la comunicación política. Por un lado, permitirá una hiperpersonalización de mensajes y una segmentación de audiencias sin precedentes, optimizando las campañas y los discursos para las preocupaciones locales. Por otro lado, la IA representa una amenaza significativa para la integridad electoral, al facilitar la creación de deepfakes y contenido manipulado que será cada vez más difícil de distinguir del original. Las campañas políticas, en respuesta, se volverán más sofisticadas, adoptando narrativas transmedia inteligentes que utilicen cada plataforma para contar una parte única de la historia, por ejemplo, usando TikTok para conectar con jóvenes y podcasts para profundizar en temas complejos.

En este contexto, la resiliencia democrática de la región dependerá de la capacidad de los distintos actores para adaptarse y responder de manera estratégica.

Recomendaciones Estratégicas:

Para los Gobiernos y Organismos Electorales:

  • Fortalecer la alfabetización mediática y digital: Se debe invertir en programas educativos que doten a la ciudadanía de las herramientas necesarias para evaluar críticamente la información y detectar la desinformación, siguiendo los enfoques holísticos de organizaciones como la UNESCO.
  • Desarrollar marcos legales y éticos: Es imperativo establecer regulaciones claras y basadas en los derechos humanos para sancionar la manipulación electoral, como ya se está comenzando a hacer en Argentina. Dichos marcos deben equilibrar la protección de la integridad del proceso con la salvaguarda de la libertad de expresión.

Para los Medios de Comunicación:

  • Repensar los modelos de negocio: Los medios deben reducir su dependencia del tráfico de las plataformas y diversificar su oferta de contenidos, invirtiendo en formatos que generen valor añadido y una relación directa con sus audiencias.
  • Priorizar la verificación y el periodismo de calidad: El periodismo de investigación y el fact-checking son los antídotos más efectivos contra la desinformación. Los medios deben reforzar estas áreas para posicionarse como referentes de confianza en un entorno saturado de ruido.

Para las Plataformas Digitales:

  • Asumir una mayor responsabilidad: Las plataformas deben implementar políticas transparentes para identificar y etiquetar el contenido manipulado por IA, así como reforzar sus equipos de integridad electoral, como se ha visto en respuesta a las preocupaciones en las campañas recientes. La colaboración con verificadores de hechos y la sociedad civil es clave para este propósito.

Para la Ciudadanía:

  • Fomentar la participación crítica: Es crucial fomentar una ciudadanía que se involucre en la política más allá del consumo pasivo de entretenimiento. Esto implica apoyar el periodismo de calidad, exigir transparencia a los actores políticos y participar en el debate público de manera constructiva, reconociendo que la complejidad de los problemas democráticos no tiene cabida en las narrativas simplificadas que imperan en las redes.
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