
La Nueva Doctrina de Confrontación
La advertencia de la segunda administración de Donald Trump en agosto de 2025, materializada en el aumento de la recompensa por Nicolás Maduro a la cifra sin precedentes de $50 millones y el despliegue naval en el Caribe, marca un punto de inflexión. Este no es un simple episodio de presión diplomática, sino una nueva fase de confrontación híbrida y prolongada. La estrategia combina una agresiva presión diplomática, judicial y económica con una demostración de fuerza militar selectiva, con el objetivo de provocar un colapso interno del régimen sin necesidad de una invasión masiva. La narrativa de “narcoterrorismo” ha pasado de ser una acusación a la justificación central de estas acciones.
Contexto de la Tensión: Lawfare y Geopolítica
El conflicto se reconfigura en torno a la acusación de “narcoterrorismo” que data de 2020. El aumento de la recompensa y la designación del “Cartel de los Soles” como una organización terrorista (SDGT) por el Departamento del Tesoro cambian el marco legal de la respuesta de EE. UU. Este movimiento le permite a Washington justificar el uso de herramientas militares bajo el paraguas de la lucha antiterrorista, evitando el debate sobre una intervención militar directa por motivos políticos. Se trata de un proceso de lawfare (guerra jurídica), que utiliza la ley como arma. Al elevar el conflicto a la categoría de “narcoterrorismo”, la administración estadounidense redefine las sanciones, pasando de un régimen de presión económica contra un gobierno antidemocrático a una operación de seguridad nacional.
Este cambio de marco jurídico abre la puerta a acciones militares, ya que el régimen es, en esencia, un objetivo criminal y no un actor político legítimo. Sin embargo, este uso de la justicia como herramienta de política exterior crea un precedente que debilita el derecho internacional y la soberanía de los Estados.
El despliegue naval es un “golpe económico y psicológico” con un doble propósito: interrumpir las redes de financiamiento ilícito del régimen y, a través de la “diplomacia de las cañoneras”, generar miedo e incentivar la traición desde dentro. El precedente histórico con el general Manuel Noriega en Panamá (1989) muestra una similitud en el pretexto del narcotráfico. Sin embargo, la estrategia actual de la administración Trump es distinta: en lugar de una invasión militar masiva, busca un “proceso gradual de debilitamiento” a través de la guerra híbrida, una táctica más quirúrgica y menos costosa en vidas estadounidenses.
La Respuesta Interna: Cohesión y Fragilidad
El régimen de Maduro ha respondido con una retórica de desafío nacionalista y una movilización masiva de la Milicia Bolivariana. La aprobación de leyes como la “Ley Orgánica Libertador Simón Bolívar” busca castigar la promoción de sanciones internacionales, criminalizando la disidencia y limitando la capacidad de acción de la sociedad civil.
La oposición política y la sociedad civil se enfrentan a una represión sin precedentes. Líderes en el exilio o la clandestinidad, sumados a leyes que persiguen a ONGs, evidencian un momento de máxima fragilidad. La lealtad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) no es monolítica. La estrategia de recompensas de EE. UU. busca explícitamente fracturar esta lealtad, aprovechando las deserciones y la persecución interna. La recompensa de $50 millones está dirigida a la élite militar, explotando el miedo a la traición y a ser entregados a la justicia estadounidense.
Repercusiones Geopolíticas y Regionales
El régimen de Maduro ha fortalecido sus alianzas con potencias globales para contrarrestar la presión occidental. Rusia, principal aliado militar, ha expresado su solidaridad y enviado buques de guerra, reafirmando su proyección estratégica en la región. China, aunque con un apoyo más pragmático y económico, utiliza a Venezuela como una moneda de cambio en su disputa con EE. UU., manteniendo una relación de bajo perfil que le permite ejercer presión sobre Washington sin comprometer sus intereses económicos.
En América Latina, la respuesta está fragmentada. Mientras que los países de la Alianza Bolivariana (ALBA) han condenado el despliegue estadounidense, otros actores clave mantienen una postura ambivalente. Brasil y México, por ejemplo, han evitado una confrontación directa con Washington, priorizando sus propias relaciones bilaterales y guardando silencio.
Un actor geopolítico central es Colombia, cuya frontera con Venezuela es un punto de alta tensión debido a la presencia de grupos armados, el tráfico de drogas y la carga migratoria. La postura de Colombia, de mantener lazos diplomáticos tensos pero funcionales, es una de las más relevantes y matizadas de la región. De forma similar, la Organización de los Estados Americanos (OEA) ha mantenido su postura más dura, mientras que la Unión Europea ha optado por un enfoque más diplomático y menos punitivo. Esto muestra la fragmentación no solo en América Latina sino en Occidente.
Impacto en el Ciudadano Común: La Dimensión Socioeconómica
El recrudecimiento de las sanciones económicas tiene un impacto devastador en la ya frágil economía venezolana. La consultora Ecoanalítica ha revisado negativamente sus proyecciones, anticipando una inflación de 189% y una caída del PIB petrolero del 20% para 2025. Las sanciones, al castigar a la economía en su conjunto, exacerban la crisis humanitaria y afectan de manera desproporcionada a la población más vulnerable. Estas medidas, si bien buscan presionar a la élite, han sido criticadas por su costo humano, aumentando la miseria y consolidando el control interno de Maduro, quien las usa como chivo expiatorio para la crisis.
El fenómeno migratorio se reconfigura y acelera. Con un estimado de 9.5 millones de venezolanos que han dejado el país hasta 2025, el endurecimiento de las políticas migratorias estadounidenses y el empeoramiento de la crisis económica redirigen los flujos hacia nuevas rutas, aumentando el riesgo de explotación y ejerciendo una presión significativa sobre los países vecinos.
Escenarios a Futuro: ¿Qué esperar?
El futuro es incierto, pero podemos proyectar tres escenarios principales.
Escenario | Descripción | Probabilidad |
---|---|---|
Escalada Controlada y Fractura Interna | La presión de EE. UU. se mantiene sin cruzar el umbral de una intervención militar directa, buscando una implosión del régimen a través de las recompensas. | Media |
Negociación Forzada | La presión combinada fuerza al régimen a negociar, buscando un acuerdo que proteja a la élite, aunque el cumplimiento de lo pactado sería dudoso. | Baja |
Bloqueo Prolongado y Consolidación del Régimen | La situación se estanca en un bloqueo prolongado, similar al caso cubano. El régimen se consolida, usando la agresión externa como justificación para su represión. | Alta |
Conclusión: La Paradoja de la Presión
La advertencia de 2025 no es un preámbulo de guerra, sino el inicio de una nueva fase de confrontación sofisticada y potencialmente prolongada. La paradoja central de esta estrategia es que, aunque busca un cambio, podría tener el efecto no deseado de fortalecer al régimen de Maduro en el corto plazo. La presión externa le proporciona una narrativa poderosa para consolidar el control interno, deslegitimar a sus opositores y justificar sus políticas represivas.
La política de EE. UU. se enfrenta a una pregunta fundamental: ¿Es más efectivo un bloqueo total, que paradójicamente fortalece a la élite al eliminar competidores, o una estrategia de incentivos y negociaciones, que podría ser vista como una legitimación del régimen?
En última instancia, la pregunta sobre “guerra o paz” queda superada por la realidad de una “guerra de desgaste”, en la que el pueblo venezolano es un daño colateral de ambos bandos: la represión interna y el castigo económico externo. Washington busca debilitar al régimen, pero en su afán de derrocarlo, podría terminar blindándolo contra cualquier cambio.