La provincia de Buenos Aires fue el primer examen político de Milei. Lo reprobó. Su futuro es incierto. ¿Radicalización, pragmatismo o ingobernabilidad? En medio de la grieta, aparece la oportunidad de una tercera vía republicana.

El pasado fin de semana, la provincia de Buenos Aires, el distrito más grande y decisivo de la Argentina, se convirtió en una especie de plebiscito no oficial sobre la gestión de Javier Milei. El presidente, que había centrado su campaña en la figura de su hermana y en una validación de su programa de “motosierra y licuadora”, se encontró con un revés contundente. El resultado no fue solo una derrota electoral; fue un claro mensaje social y político que expuso las primeras fisuras en el capital político del presidente.
La derrota en Buenos Aires: la antesala de la elección nacional
La provincia de Buenos Aires es mucho más que un territorio. Con su enorme densidad poblacional y su peso electoral, es el corazón de la política argentina y la antesala de la elección nacional. Lo que ocurre en el conurbano y en el interior bonaerense no es un capricho regional, sino un termómetro del estado de ánimo nacional.
La derrota del oficialismo en este distrito no fue una sorpresa para quienes entienden que las encuestas nacionales y el fervor en las redes sociales no siempre se traducen en votos en las urnas. La realidad del conurbano, con sus problemáticas económicas y sociales, es mucho más compleja que el relato de la “anti-casta”. El resultado de esta elección puso en evidencia que, si bien el enojo con la política tradicional es real, el apoyo a Milei tiene sus límites, y su capital político empieza a desgastarse con la misma velocidad que crece el descontento social.
La narrativa anticasta en crisis: el fraude moral de un escándalo que no es uno más
La propuesta de Javier Milei se construyó sobre un pilar fundamental: la promesa de terminar con la corrupción de la “casta”. Sin embargo, a solo unos meses de su asunción, su propio círculo íntimo se ha visto envuelto en graves denuncias. El llamado “Caso La Libertad”, que involucra a su hermana y a otros funcionarios en presuntos esquemas de sobornos, ha dañado de manera significativa la credibilidad presidencial.
Este no es “un escándalo más”. El “fraude moral” golpea en el corazón del relato anticasta. La contradicción entre el discurso y la práctica es un golpe demoledor. El electorado que confió en Milei para sanear la política argentina ahora se enfrenta a sospechas de que los mismos vicios que se le criticaban a la “vieja política” se manifiestan en el nuevo gobierno. Cuando la ciudadanía percibe que se le pide un ajuste draconiano mientras se sospecha de un enriquecimiento ilícito en los pasillos del poder, el enojo se vuelve un cóctel explosivo de descontento.
Los escenarios de futuro para Milei
Tras este revés, el gobierno de Milei se encuentra en una encrucijada y no hay muchos caminos posibles:
- Radicalización: Podría optar por “profundizar el cambio” y redoblar su apuesta por la confrontación. Esta estrategia busca afianzar a su núcleo duro de votantes, apostando a que la polarización le sirva para evitar una sangría mayor en el apoyo popular.
- Pragmatismo: La derrota podría forzar un giro. El presidente podría buscar acuerdos y tender puentes con sectores moderados, como el PRO, para construir una base de gobernabilidad más sólida. Esta opción sería un reconocimiento de que la confrontación constante ha llegado a un límite.
- Inestabilidad: Si el gobierno no logra reencauzar la situación, la acumulación de crisis—económica, política y social—podría generar un escenario de ingobernabilidad. Sin canales de diálogo ni apoyo territorial, el riesgo de un colapso aumenta.
La oportunidad de una tercera vía republicana
El escenario de polarización entre el peronismo y el mileísmo no parece resolver la profunda crisis de representación que vive el país. La derrota de Milei no significa necesariamente un voto de confianza al peronismo. Por el contrario, puede abrir un espacio para un tercera vía republicana.
Este espacio potencial, que aún no tiene un liderazgo claro, podría surgir como una alternativa que combine la responsabilidad fiscal y la solidez institucional con la cohesión social. La sociedad argentina, desencantada con ambos polos de la grieta, podría empezar a mirar más allá en busca de un proyecto que ofrezca estabilidad, previsibilidad y un compromiso real con la democracia y el desarrollo.
Conclusión: un futuro abierto
Milei reprobó su primer examen político. La derrota en la provincia de Buenos Aires, combinada con las denuncias de corrupción, ha puesto en jaque la credibilidad de su gobierno. Su futuro dependerá de si logra recomponer la confianza y construir una base de gobernabilidad. Mientras tanto, la crisis de representación se profundiza, y la Argentina parece decir que ya no alcanza con motosierra ni con nostalgia: hace falta una alternativa que piense el futuro.
¿Cuál de los escenarios te parece más probable y por qué?