
En Argentina, la palabra “populismo” se usa para todo, pero pocas veces nos detenemos a pensar qué significa realmente y cómo se manifiesta en la práctica. No es un fantasma ideológico, sino un estilo de hacer política con reglas claras: un líder carismático que habla en nombre del “pueblo”, una élite a la que se señala como enemiga y una tendencia a pasar por encima de las instituciones que estorban.
En nuestro país, tenemos dos ejemplos perfectos y opuestos para analizar este fenómeno: el kirchnerismo, un populismo de izquierda que gobernó durante 12 años, y el fenómeno de Javier Milei, un populismo de derecha libertaria que hoy está en el poder.
Ambos dicen representar la voluntad popular contra una minoría privilegiada. Pero, ¿cómo se llevaron (y se llevan) con las reglas de la democracia? ¿Respetan al Congreso y a la Justicia? ¿Qué relación tienen con la prensa? En Ya lo vas a entender, te proponemos un análisis comparativo para entender las tensiones que ambos modelos generan en nuestra república.
Kirchnerismo: El Estado como bandera y las instituciones como campo de batalla
El kirchnerismo (2003-2015) llegó al poder tras la crisis de 2001 con una promesa de reconstrucción y un discurso de centroizquierda nacional y popular. Su modelo se basó en un Estado fuerte y en la ampliación de derechos sociales. Sin embargo, su relación con los contrapesos institucionales fue, como mínimo, conflictiva.
1. El Congreso: ¿Sede del debate o escribanía?
A pesar de contar con amplias mayorías legislativas, el kirchnerismo mostró una clara preferencia por gobernar sin intermediarios.
- Abuso de los DNU: Néstor Kirchner fue el presidente que más Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) firmó por año desde 1983. Se usaron para todo: desde reestatizar empresas hasta cambiar feriados, evitando el debate parlamentario.
- Reformas a medida: Cuando las reglas no servían, se cambiaban. Un ejemplo clave fue la reforma del Consejo de la Magistratura en 2006, impulsada por la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner. Se redujo el número de miembros y se le dio al oficialismo un poder de veto de facto para nombrar y remover jueces. Años después, la Corte Suprema declaró esta ley inconstitucional por romper el equilibrio de poderes.
El mensaje era claro: la legitimidad del voto popular estaba por encima de la deliberación institucional. Si se tenía el poder, se usaba para alinear las instituciones al proyecto político.
2. La Justicia: De la renovación a la confrontación
La relación con el Poder Judicial fue ambivalente. Néstor Kirchner impulsó una renovación positiva de la Corte Suprema, pero con el tiempo, la Justicia pasó a ser vista como un “poder fáctico” que obstaculizaba la voluntad popular.
- Discurso de confrontación: Jueces y tribunales que fallaban en contra del gobierno eran acusados de responder a “corporaciones” y de formar parte de un complot desestabilizador.
- “Democratizar la Justicia”: En 2013, Cristina Fernández impulsó un paquete de leyes para, entre otras cosas, elegir por voto popular a los miembros del Consejo de la Magistratura. La Corte Suprema lo declaró inconstitucional, agudizando el conflicto. La lógica era simple: si la Justicia no se alineaba con el “pueblo” (representado por el gobierno), era una justicia antidemocrática.
3. La Prensa: La “guerra contra Clarín” y la polarización
El enfrentamiento con los medios de comunicación, especialmente con el Grupo Clarín, definió gran parte de la era kirchnerista.
- Ley de Medios: Impulsada en 2009, buscaba limitar la concentración mediática. Aunque tenía aspectos positivos, su aplicación selectiva fue vista como una herramienta para castigar a los medios críticos.
- Censura indirecta: Se denunció el uso discrecional de la pauta publicitaria oficial para premiar a medios afines y asfixiar económicamente a los opositores.
- El enemigo mediático: El gobierno instaló la idea de una “corpo mediática” que mentía y conspiraba. Esto dividió a la sociedad entre medios oficialistas y opositores, erosionando la confianza en el periodismo como un actor neutral.
En resumen, el kirchnerismo tensionó la democracia delegativa: fortaleció derechos sociales y la participación, pero a costa de debilitar la autonomía de los poderes Legislativo y Judicial y de fomentar un clima de hostilidad hacia la prensa crítica. La república funcionaba, pero con sus contrapesos bajo estrés constante.
Javier Milei: La motosierra contra “la casta” y las instituciones
Javier Milei llegó a la presidencia en 2023 con un discurso de quiebre total. Su enemigo no es una corporación, sino “la casta”: toda la clase política, sindical y mediática tradicional. Su populismo de derecha libertaria propone una revolución anti-Estado, y su relación con las instituciones ha sido de choque frontal desde el primer día.
1. El Congreso: Un “nido de ratas” a ser ignorado
Sin mayoría legislativa, Milei ve al Congreso no como un espacio de negociación, sino como el principal obstáculo para su proyecto.
- Ley Ómnibus y facultades delegadas: Su primer gran proyecto de ley pedía al Congreso que le cediera poderes legislativos extraordinarios en 11 áreas. Una solicitud sin precedentes que buscaba, en la práctica, gobernar sin el Parlamento.
- Amenaza de plebiscito: Ante los reveses legislativos, la respuesta de Milei es contundente: “Si el Congreso no lo aprueba, llamaré a un plebiscito”. Es decir, amenaza con saltarse la representación institucional para buscar una validación directa del “pueblo”.
- Gobierno por DNU: Al igual que el kirchnerismo, recurre a los DNU para implementar reformas de shock, generando un choque constante con un Congreso que intenta revisarlos y anularlos.
2. La Justicia: Un ataque directo a la independencia
La confrontación de Milei con el Poder Judicial ha sido más abrupta y radical que la del kirchnerismo.
- Nombramiento de jueces de la Corte por decreto: A principios de 2025, ante la falta de acuerdo en el Senado, Milei nombró a dos jueces de la Corte Suprema por decreto. Este acto, calificado por juristas y organismos de DD.HH. como uno de los ataques más graves a la independencia judicial desde 1983, representa una usurpación directa de las facultades del Senado.
- Deslegitimación constante: Jueces que fallan en contra de sus medidas son públicamente descalificados como “militantes” o parte de la casta. Su discurso rompe con el consenso del “Nunca Más”, generando roces con la agenda de derechos humanos defendida por la Justicia durante décadas.
3. La Prensa: Periodistas como parte de la “casta corrupta”
Aunque llegó al poder gracias a una gran exposición mediática, su relación con la prensa crítica es de hostilidad declarada.
- Ataques personales y estigmatización: El Presidente y sus funcionarios utilizan redes sociales para insultar y acusar a periodistas de “mentirosos”, “corruptos” y “extorsionadores”.
- Clima de intimidación: Organizaciones como FOPEA y el CPJ han denunciado que esta retórica oficial fomenta el acoso online y crea un ambiente hostil que puede llevar a la autocensura.
- Estrategia de desacreditación: Más que regular, Milei busca demoler la credibilidad de la prensa, siguiendo el libreto de otros líderes populistas de derecha como Trump o Bolsonaro. El objetivo es que sus seguidores desconfíen de cualquier información que no provenga del propio gobierno.
En resumen, el populismo de Milei no solo tensiona las instituciones, sino que las desafía abiertamente. Su estilo confrontativo y su desdén por los procesos democráticos representan un riesgo de erosión institucional acelerado. Si para el kirchnerismo las instituciones eran un terreno a disputar, para Milei parecen ser una fortaleza enemiga a demoler.
Conclusión: Dos estilos, un mismo riesgo
Aunque ideológicamente antagónicos, el kirchnerismo y el mileísmo comparten un ADN populista que choca con los principios de una democracia liberal.
Característica | Kirchnerismo (Populismo de Izquierda) | Javier Milei (Populismo de Derecha) |
El Enemigo | Las corporaciones económicas y mediáticas (“poderes fácticos”). | La “casta” política, sindical e intelectual (“parásitos del Estado”). |
Poder Legislativo | Controlado y a veces ignorado vía DNU. | Visto como un obstáculo a ser sorteado (facultades, plebiscito). |
Poder Judicial | Intento de cooptación e influencia política. | Intento de subyugación directa (nombramientos por decreto). |
Prensa | Confrontación y regulación (Ley de Medios). | Hostigamiento y descalificación directa. |
Impacto | Desgaste y politización de las instituciones. | Riesgo de quiebre y erosión acelerada de la república. |
El kirchnerismo dejó una democracia funcional pero polarizada y con instituciones debilitadas. El experimento de Milei está en pleno desarrollo, pero sus primeros pasos ya encienden alarmas sobre un posible retroceso autoritario.
La gran pregunta que nos deja este análisis es si la democracia argentina tiene la resiliencia suficiente para procesar estos liderazgos sin romperse. La historia nos enseña que cuando un líder se siente el único intérprete de la voluntad popular, las instituciones se convierten en el primer fusible. Entenderlo es el primer paso para defenderlas.
Y vos, ¿qué pensás? ¿Ves más similitudes o diferencias entre ambos modelos? ¿Creés que la democracia argentina está en riesgo? ¡Te leemos en los comentarios! 👇