La provocación no construye democracia “NUNCA MÁS”

La imagen de dirigentes políticos exhibiendo una bandera con la leyenda “Kirchnerismo Nunca Más” exige un repudio firme. No es un gesto menor: cruza una línea ética que sostiene nuestra convivencia democrática. El “Nunca Más” no es un eslogan de campaña. Es el título del informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), entregado al presidente Raúl Alfonsín en 1984, fruto de una investigación que documentó el terrorismo de Estado y las violaciones sistemáticas a los derechos humanos durante la última dictadura.

Esa frase sintetiza un pacto fundacional: que el Estado nunca más sea instrumento de represión, tortura o muerte. Su valor es colectivo, pertenece al conjunto del pueblo argentino y no admite apropiaciones partidarias. Asociarlo a una corriente política democrática —sea cual sea— trivializa su sentido, tergiversa su origen y erosiona la memoria de un pueblo entero que sufrió el horror.

La política republicana se construye sobre el debate de ideas y el respeto a reglas comunes. El uso de símbolos históricos para la provocación o la espectacularización electoral solo alimenta la apatía y el descreimiento ciudadano. Convertir un compromiso moral en herramienta de polarización degrada el diálogo y profundiza la grieta.

En democracia, la confrontación de proyectos es legítima; la construcción de enemigos absolutos, no. Equiparar un movimiento político surgido en libertad con un régimen genocida es una irresponsabilidad histórica y una falta de respeto a los límites éticos que preservan nuestra vida en común. Respeto, tolerancia y reconocimiento del otro son pilares que ninguna coyuntura electoral puede vulnerar.

Defender el legado democrático implica cuidar el lenguaje y los símbolos que nos unen. El “Nunca Más” es uno de ellos. Usarlo en vano es pisotear la historia y traicionar el pacto que dio origen a nuestra vida en libertad. Nuestra sociedad merece un debate político a la altura de su pasado y de los desafíos que enfrenta, no un espectáculo que profane su memoria.


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